**La noche del árbol**

Part 2

Maddie se dio la vuelta, intentando disimular su interés por la puerta. Detrás de ella estaba Alex, un chico del pueblo que siempre parecía estar en todas partes. Su sonrisa era amplia y su mirada era curiosa. —Hola, Alex —respondió Maddie, tratando de sonar casual—. Solo estaba... admirando la puerta. Alex se acercó a ella, siguiendo su mirada hasta la puerta de madera. —Sí, es una puerta hermosa —dijo—. Mi abuelo solía contarme historias sobre cómo la hizo él mismo. Maddie se sintió un poco incómoda, como si Alex hubiera descubierto su secreto. Pero él parecía no notar nada extraño. —¿Quieres venir conmigo? —preguntó Alex de repente—. Estoy yendo a casa y puedo mostrarte algo. Maddie dudó por un momento, pero algo en la sonrisa de Alex la hizo sentir segura. —Sí, claro —respondió. Caminaron juntos en silencio, la única sound siendo el crujido de las hojas bajo sus pies. Maddie no podía evitar mirar a su alrededor, sintiendo una conexión con los objetos que los rodeaban. Cuando llegaron a la casa de Alex, Maddie se sorprendió al ver que estaba en medio de un bosque. Los árboles se alzaban alrededor de la casa, sus ramas susurrando en la brisa. Alex la llevó hasta un árbol en particular, un árbol grande y fuerte con un tronco grueso. —Este es mi árbol favorito —dijo Alex, acariciando el tronco—. Mi abuelo solía decir que tenía un espíritu especial. Maddie se sintió atraída por el árbol, como si algo la estuviera llamando. Se acercó un poco más, acariciando la corteza con sus dedos. Alex la miró, sorprendido. —¿Qué pasa, Maddie? —preguntó. Maddie no respondió. En su lugar, se inclinó hacia adelante y besó el tronco del árbol. Alex se quedó boquiabierto, pero Maddie no se detuvo allí. Se desnudó y se abrazó al árbol, sintiendo una conexión que nunca había sentido antes. La noche se convirtió en un borroso de sensaciones y sonidos, y Maddie se perdió en el abrazo del árbol. Alex la observó, sorprendido pero también intrigado. Cuando terminaron, Maddie se apartó del árbol, jadeando. —Lo siento —dijo, mirando a Alex con una mezcla de vergüenza y liberación. Alex sonrió, acercándose a ella. —No tienes que disculparte —dijo—. Creo que entiendo. Maddie lo miró, sorprendida. —¿Entiendes? Alex asintió. —Creo que sí —dijo—. Y creo que puedo ayudarte a entenderlo también. Maddie sonrió, sintiendo una sensación de esperanza que nunca había sentido antes.