**La Verdad en el Espejo**
Part 8
Maddie salió de la habitación, todavía tambaleándose ligeramente, pero con una sensación de determinación que la impulsaba a seguir adelante. La puerta principal de la casa se abrió con un crujido, y Maddie se encontró en un pequeño jardín trasero, rodeado de casas similares y calles tranquilas. El sol comenzaba a ponerse, proyectando una luz cálida y dorada sobre la escena. Mientras caminaba por la calle, Maddie se dio cuenta de que estaba hambrienta y sedienta. La necesidad de encontrar comida y agua la llevó a buscar un lugar cercano donde pudiera satisfacer sus necesidades básicas. Después de unos minutos de caminar, divisó un pequeño café en la esquina de la calle. Al entrar en el café, Maddie se sintió atraída por la calidez y el aroma a café recién hecho. Se sentó en una mesa cerca de la ventana y pidió un café y un sándwich. Mientras esperaba a que su comida llegara, no pudo evitar mirar a su alrededor. Fue entonces cuando la vio. Una mujer pelirroja con ojos verdes voluptuosa y sonrisa seductora estaba sentada en una mesa del rincón, abrazada a otra mujer rubia con ojos verdes grandes y gigantes tetas verdes. Maddie se quedó sorprendida al ver que estaban besándose apasionadamente. La pelirroja se dio cuenta de que Maddie la estaba mirando y sonrió, sin apartar la mirada de la rubia. Maddie se sintió incómoda, pero no pudo evitar seguir mirando. La rubia se levantó y se acercó a la mesa de Maddie, seguida de la pelirroja. "¿Te importa si nos sentamos aquí?" preguntó la rubia, con una sonrisa amigable. Maddie se encogió de hombros, sintiendo una mezcla de curiosidad y sorpresa. "No, no me importa", respondió. Las dos mujeres se sentaron en la mesa de Maddie, y la conversación comenzó de manera natural. La pelirroja se llamaba Sofía, y la rubia se llamaba Emma. Maddie se enteró de que eran pareja y habían estado juntas durante varios años. Mientras hablaban, Maddie se dio cuenta de que Sofía y Emma eran muy abiertas y honestas sobre su relación. No había nada de qué avergonzarse, y Maddie se sintió atraída por su confianza y su felicidad. La comida de Maddie llegó, y Sofía y Emma se ofrecieron a compartir su comida con ella. Maddie aceptó, y pronto se encontró riendo y charlando con sus nuevas amigas. Mientras comían, Maddie se dio cuenta de que había encontrado algo especial en Sofía y Emma. Eran más que simples vecinas; eran dos personas que habían encontrado el amor y la felicidad en un mundo que a menudo parecía oscuro y complicado. Maddie se sintió agradecida por haberlas conocido, y supo que su vida estaba a punto de cambiar de manera inesperada.